jueves, 3 de septiembre de 2020

EL CAMINO DEL ÉXITO

Dicen que el camino del éxito nunca es liso. Que te encuentras piedras por doquier, que las vistas no son las mejores, que hay montañas tan altas que su altura desmotiva, que habrá gente que te anime, gente que te recrimine tu camino, gente que no confié en ti, en fin, mi camino como opositor se acabó hace un par de años, y por fin, estoy en paz. 

Me gustaría contar que mi etapa en la Escuela Nacional de Policía fue de ensueño, que todo fue compañerismo y alegrías. Que no hubo días malos, que el sol salía todos los días en mi corazón, que iba a clase con una motivación que rozaba la que tiene un niño con juguete nuevo, que disfruté cada segundo de tiempo allí. 

No puedo contarlo así. Mi tiempo como policía alumno fue muy duro personalmente hablando. No tuvieron culpa los compañeros, ni los profesores ni la exigencia académica. Tal vez, para alguien que nunca ha tenido problemas de autoestima o que no ha fracasado muchas veces para lograr su objetivo, lo que cuente a continuación no lo entenderá.

Yo ya llevaba un par de años que la oposición me costaba un mundo o mejor dicho, me costaba un sistema planetario, de hecho en 2016, cuando suspendí la entrevista de la promoción XXXII, y las pruebas físicas (por doble nulo en el circuito de agilidad hecho que nunca ocurrió antes en todas las pruebas físicas que realice) de la XXXIII, simplemente dejé de creer en mi sueño, y sinceramente, dejé de creer en mí. Cierto es, que me levanté como un jabato y seguí adelante con otros proyectos pero cada vez me notaba menos yo, también influyó el hecho de que en septiembre de 2017, mi relación de ocho años con una mujer maravillosa, torno a su fin.  

Tuve un par de meses de alegría inmensa tras aprobar la oposición en el 2018, pero al llegar a Ávila, todo lo que tenía reprimido, explotó en mi interior. Llegué al punto de no querer ir a clase, de no querer interactuar con mis compañeros, de sentirme tan inútil que parecía que se me había olvidado estudiar, correr, hacer dominadas. Todo nuevo reto que en la academia se planteaba, para mí supuso un reto de dimensiones estratosféricas. Aprender a disparar, los “engrilletamientos”, correr el kilómetro, presentaciones de trabajos, exámenes… Incluso, era tan irreal y dañina la visión de mí, que la vida social de la academia, que es bastante alentadora, no conseguía disfrutarla porque cuando hablaba con compañeros o compañeras, me sentía un fracaso, una persona aburrida, una persona que no merecía en absoluto la pena. Para resumir, me odiaba hasta límites insospechados, y sinceramente, es una incongruencia, un tipo como yo, que ha sacrificado 10 años de su vida para conseguir ser policía nacional, debería quererse y respetarse, pues no, el policía alumno no se quería en absoluto.

Tampoco me vino bien, estar encerrado en una habitación con 4 personas, sin intimidad, porque no eran 4 personas, eran 22 personas más con las que compartías pasillo y baños, y que solían pasar por la habitación.

Figuraros mi estado, una persona alicaída y que no tenía fuerzas para nada, cómo va a aprobar los 32 exámenes de las 16 asignaturas que debes de superar para volver a demostrar que eres apto para la profesión. Fue tortuoso para mí, mis notas fueron bastante bajas en comparación con lo que un opositor mundano a pleno rendimiento podía haber obtenido.  Y pesar de ello suspendí dos asignaturas en el primer cuatrimestre, y dos en el segundo.

De estas tribulaciones que os cuento, no todo fue malo ya que he de reconocer que en los 9 meses que dura la academia no hubo un día que no mirase el escudo dorado que llevamos en el pecho y no me emocionase aunque fuera un poquito (mentiría si dijese que a día de hoy, ya jurado, todavía me enorgullezco al mirarlo). También he de mencionar, que a pesar de mi mermada capacidad para relacionarme, logré entablar una grandísima relación con personitas que nunca olvidaré, no fueron muchas, pero para mí fueron más que suficientes. Me hubiera gustado estar mejor personalmente hablando, pero las cosas suceden como han de suceder.

Tras mi paso por la academia, mi autoestima no mejoró demasiado, y llegué a la plantilla de prácticas bastante tocado. Obviamente, solicité ayuda psicológica y me diagnosticaron una especie de cuasi depresión.

A día de hoy, ya jurado, todo ha cambiado mucho, y de esa personita triste y extra exigente consigo misma queda algo, pero poco. En otra entrada os contaré qué tal fue mi período de prácticas pero creo que por hoy está bien.

Con esta entrada quería mostrar, que la mente humana es extremadamente curiosa, porque debería haber sido el hombre más feliz con mi logro, pero aunque valoraba lo que había conseguido, no estaba en absoluto conforme conmigo mismo.

Espero que a ninguno de los lectores/as le haya ocurrido esto que estoy contando, y si es así, y desean hablar, a través de Twitter por mensaje privado estaré encantado de ayudar en lo que pueda.

Quería compartir estas líneas, primero para que sepáis que no estoy muerto je, je, y para relataros que al final, tantos años de oposición a mí, me han pasado factura aunque ya esté pagada J.

Un saludo enorme.

PD1: Enhorabuena a los nuevos compis de la Promoción XXXVI.

PD2: Felices prácticas para los de la XXXV.

PD3: A por todas compis de la XXXVII.

PD4: Echaba de menos mi blog :P.