martes, 13 de diciembre de 2011

Segunda entrada: ¿A qué viene empezar a escribir un blog?

Seguramente cuanto tenga que decir os importe más bien poco y si a alguien le interesa me alegro y le doy las gracias, el motivo de iniciarme en el mundo de los blogs (ya tuve una experiencia bastante corta que no fue muy fructuosa), es que hoy 13 de diciembre de 2011 (uuuuuhh martes 13), me han dado la noticia de que por cuarta vez he suspendido la primera prueba para el acceso al CNP. Le he dedicado no menos de 7 meses a estudiarme cada uno de los 25 temas, sacrificando bastantes cosas y mi dejando a mi pobre pareja un poquito de lado (no demasiado), y como comprenderéis hoy no es un día demasiado grato, porque me siento como un desgraciado y como un desastre, así sin ambages.  En estos momentos, y por dicha o por desgracia yo ya sé bastante de esto, piensas que no vales para estudiar y que deberías irte a realizar cualquier otro trabajo véase: probador de camas, pintor de brocha gorda, catador de golosinas, probador de esquís,  o como soy una persona alta estaría bien ayudar a las abuelitas a bajar los gatos perdidos de los árboles o de los tejados.  También analizas si tu trabajo ha sido satisfactorio y si realmente le has dedicado las horas que deberías haberle dedicado, te maldices por las horas perdidas, te enfadas por aquellos escasos días en los que cambiabas el estudio por jugar al ordenador o irte al cine, en definitiva, piensas, piensas y piensas… Y las conclusiones de un día como hoy, nunca son nada halagüeñas, porque lo único que ves es un año entero por delante realizando la misma tediosa actividad sin que nadie te asegure que el año que viene por estas fechas el esfuerzo realizado habrá merecido la pena. Mucha gente cree que estudiar sirve para adquirir cultura, para mejorar tu capacidad de expresión y para darte un buen fondo de armario a la hora de conversar con alguien, pero es una labor dificultosa y muy poco gratificante, al menos para un opositor(salvo que apruebes), porque os puedo asegurar que es la profesión más segura y poco cambiante del mundo, los martes transcurren como los lunes, los martes se parecen sospechosamente a los miércoles, y a su vez, lo miércoles te suenan a lunes, etc. Las novedades más espectaculares suelen darse en el cambio de look del bibliotecario, o en que la biblioteca ha puesto una máquina nueva de café, o que te han tocado a tu lado unos quinceañeros cansinos y pesados, a los que solo deseas sacarle los ojos porque te han jorobado toda la jornada de estudio.  No os quiero engañar, tampoco quiero quejarme del todo porque eso sí, tengo comida caliente, un habitación en la que refugiarme, algo de dinero, amigos, pareja… pero cuando llevas metido en este fregado tanto tiempo, necesitas cambio, necesitas avanzar y sobre todo sentir, que no eres estúpido y que eres capaz de aprobar una oposición.
El ser veterano en algo suele permitirte ver los fracasos del oficio con cierta perspectiva, esto no ha evitado que durante gran parte de la mañana y de la tarde me haya sentido como si me hubiera dado una paliza un boxeador, pero si me permite sacar una pequeña sonrisa y creer que a la siguiente irá la querida vencida. Digamos que cuando eres algo ducho en el apasionante mundo del opositor el duelo por un suspenso es más corto pero mucho más doloroso. Yo describo un suspenso en una oposición con el siguiente símil: un suspenso es como si tu casa ardiera y todo cuanto tienes dentro se consumiera por el fuego, esta primera fase es horrible y coincide con el momento en el que te enteras de que has caído un año más. Atónito miras como tú querida casa arde entre llamas enormes, esta segunda fase coincide con los momentos posteriores a la noticia del suspenso en la que piensas por qué te ha pasado esto. La casa se ha quemado casi por completo por lo que toca limpiar y salvar lo que se pueda y derruir lo que no sirve para nada, esta tercera fase es la que sigue a los días posteriores e incluso a los meses de después, es una época de análisis y de cierta tristeza, e incluso echas de menos esa engorrosa rutina de ir todos los días a la biblioteca y sentarte en tu sitio de siempre.
La última fase consiste en la reconstrucción de la casa, y coincide obviamente, con el momento en el que te pones de nuevo a estudiar buscando la ilusión que se ha ido a por tabaco (y que parece que tarda demasiado en volver) e intentando ser el mejor planificador de horarios del mundo. 
No sé si veréis acertada la comparación pero a mí me parece que viene muy a cuento, pero acepto críticas.
Por tanto y ya para concluir, me he planteado contar con cierta asiduidad como es la vida de un opositor veterano en su quinta convocatoria, y confío en que la última. Aunque empezaré a estudiar a finales de enero, ya que ahora me toca desempeñar mi otra profesión la de eterno estudiante de Derecho. Espero que os resulte amena la lectura de mis cosicas. Un saludo





Primera entrada: Bienvenidos a mi blog.

Ante todo y dado mi estilo, lo primero es ser cordial y educado. Soy Dimentare, un opositor al Cuerpo Nacional de Policía y estudiante a la vez de la casi extinta carrera de Derecho. Tengo 25 años y llevo en este estupendo, maravilloso, monotemático, aburrido, estático, mundo de las oposiciones desde el 2007. En la carrera de leyes llevo el doble, este es mi octavo curso.
Como ven mi carta de presentación es bastante normalita tirando a mediocre, para nada estoy orgulloso de mi bagaje académico y créanme que supone una lacra para mí recordar todo cuanto he dejado de hacer en estos años. A veces, me levanto por las mañanas y cuando se me pasa al aletargamiento y el gran sueño, me doy cuenta de que sigo en casa de mis padres a mi edad (gran parte de mi generación y muchos españoles parece que me quieren imitar o eso dicen en las noticias), que no me llaman de ningún trabajo porque mi experiencia laboral se limita a haber sido árbitro en una competición local durante tres años, que mis amigos  comienzan a conseguir un trabajo estable, que mis días se limitan a estudiar y planear lo que voy a estudiar al día siguiente, que mis padres magníficos y bondadosos hasta el hastío no me recriminan apenas nada porque ven que intento esforzarme y no ser un ni-ni (según un estudio reciente ya se cifra a esta generación de no estudiantes y no trabajadores en casi 800.000 individuos), que la pena se instala en mi cabeza con una voracidad tan enorme que lo único que me apetece es volverme a la cama y vivir en sueños alejado de esta realidad un tanto infame.
Aunque eso sí, siempre podía estar peor y si no basta con buscar en google la situación de países como Haití, Albania o casi todos los del continente africano… aún así y lejos de parecer un insensible de mierda, tal vez estéis conmigo, en que vivimos tan herméticamente metidos en la cultura occidental que para nosotros que se nos rompa nuestro smarthphone o no poder comprarnos las “botas patingo”, “el coche pingo” o no ir a cenar y salir de fiesta todas las semanas supone un gran golpe moral, para todo hay excepciones es cierto, pero que levante la mano quién ve un anuncio de un negrito desnutrido y con cara de pena y llama corriendo a donar los 20 euros que se gasta el fin de semana en cubatas y en salir de fiesta. Para nada quiero criticar nuestro modo de vida (es más criticar es sencillo, cambiar es otro tema), ya que yo vivo igual que prácticamente todo occidente metido hasta las trancas en el fabuloso estado del bienestar, pero es un poco triste que nuestro elevado progreso nos haya hecho casi ciegos a la realidad mundial, en fin, ahí va una latosa reflexión que poco tenía que ver con el tema.    
Igual alguno de vosotros se ha sentido identificado con la descripción de uno de los días de poco (como los llamo yo) que he comentado líneas arriba, esos días son bastante fastidiosos porque te das cuenta de que te has quedado estancado, pero tengo que daros una buena noticia, no todos los días son días de poco, a veces los hay de mucho.